sábado, 31 de octubre de 2015

¡Qué me den calabazas!


Cada año decidimos plantar calabazas en nuestro huerto. Hay bastantes tipos y nosotros nos decantamos sobretodo por la calabaza verde, una variedad española. Es una pena que sea una hortaliza tan poco consumida, al menos en España, porque tiene unas propiedades antioxidantes fantásticas. Por su alto contenido en vitamina A también son muy buenas para conservar la vista, algo que deberíamos de cuidar seriamente al pasar tantas horas delante del ordenador y demás pantallas. 



La calabaza, como la mayoría de las verduras, se planta después de las heladas, crece entre el final de la primavera y el transcurso del verano, y se recolecta en octubre. Necesita bastante sol, nutrientes y agua en abundancia cuando el fruto está creciendo.



Una vez recolectada se conserva bien, y con ella podemos preparar tanto platos salados como dulces; incluso bebidas. Una crema de calabaza por ejemplo, sin apenas calorías ni hidratos de carbono, o una mermelada para acompañar un queso suizo.



Arantxa sabe que la calabaza es muy recomendable en la dieta infantil, y se está preparando para cuando tenga que hacer papillas...

 
Verde por fuera, naranja por dentro, repleta de pipas, que se secan y son como píldoras concentradas de fibra y vitaminas. Y todavía hay algo más: en India la calabaza es empleada de forma común en la fabricación del sitar.




miércoles, 28 de octubre de 2015

Sitges en Otoño

 Sitges tiene muchas cosas, tiene por ejemplo el primer festival de cine fantástico del mundo, el primer Pacha que abrió el grupo de las cerezas, un número considerable de galerías de mayor o menor alcance, bares para aburrirse... y playas donde practicar deportes tan sanos y necesarios como ligar. Pero lo mejor que tiene Sitges es su proximidad a Barcelona y un clima muy agradable que nos permite disfrutarlo en las estaciones templadas del año, como la que ahora atravesamos. En verano, nosotros, buscamos destinos menos transitados.


Con el estupendo tiempo que aún queda que nos regale este otoño, decidimos coger el coche y en menos de media hora estábamos tomando el sol en Sitges, un pueblo que nos gusta y que tras mucho visitarlo conocemos muy bien. 


Sitges tiene un montón de rincones mágicos. Hay iglesias, castillos y cuevas, el Parque Natural del Garraf, casitas y casazas singulares que reflejan su cosmopolitismo, su carácter relajado e integrador y su espíritu emprendedor. También aquí, como en Barcelona, el modernismo está presente en toda la ciudad, algo en lo que el pintor Santiago Rusiñol y sus sonadas fiestas para sus amigos intelectuales llegados de todas partes tuvo mucho que ver.


La iglesia de Sant Bartomeu i Santa Tecla es un símbolo de Sitges y está muy cerca de la Fragata, uno de nuestros restaurantes favoritos.


La oferta restauradora, como en todos los destinos turísticos, es inmensa. Hay decenas de restaurantes donde comer de maravilla y probar platos típicos como el xató (una ensalada preparada con almendras y avellanas tostadas, miga de pan, tomates maduros y ñora), buen preámbulo para una estupenda paella. De postre, tal vez un malvasía de Sitges, un vino dulce y aromático con una alta graduación. Perfecto tras una tremenda paella como ésta.


Esperamos que el sol siga brillando y volver muy pronto. 

lunes, 5 de octubre de 2015

Crucero gastronómico por el Mediterráneo

Reunimos una semana de vacaciones y nos vamos de crucero para recorrer algunos de los puertos históricos del Mediterráneo. Paseamos por la Plaza de San Pedro, visitamos Pisa y recorremos de principio a fin la Via Calabritto; y aprovechamos el viaje para disfrutar la gastronomía local, repitiendo platos de los que nunca nos cansaremos y probando otros nuevos que también se convertirán en favoritos. 

Primera parada: Túnez. Hace mal tiempo y la agenda casi no deja tiempo para visitar la capital, así que decidimos quedarnos en La Goulette, que es el principal puerto del país. Visitamos el mercado sin resistirnos a hacer algunas compras y comemos pescado en uno de los pocos restaurantes que encontramos abiertos. Las ciudad parece abatida.


Segunda parada. Nápoles. La ciudad que acoge el espléndido Museo Capodimonte, el Vesubio, Pompeya y Herculano, presume de ser la patria de la mozzarella y la auténtica pizza. La cita es en el ristorante Bruno, junto al paseo marítimo o lungho mare. Menú: pizza (margarita indudablemente y al horno de leña), flores de calabacín y una lubina enorme a la sal. De postre panna cotta y para beber un blanco de Hofstätter Joseph, y que el nombre no confunda. La bodega es del Tirol Sur, en el noreste de Italia, una región donde el idioma que se habla es el alemán. 



Tercera parada. Roma. Roma es excesiva, en historia, monumentos y a la mesa. Los romanos disfrutan dedicándole tiempo al buen comer, recreándose a gusto con antipasti vegetales de todo tipo. Nosotros no íbamos a ser menos, así que nos ponemos manos a la obra y concluimos el banquete con unos spaguetti cacio pepe, tan de Roma como el Coliseo. La receta es sencilla y sabrosa: spaguetti, pimienta y pecorino, un queso parecido al parmiggiano pero más salado.




 Cuarta parada. Livorno. La ciudad es pequeña y tiene ese encanto magnético de las ciudades portuarias. Livorno ha venido a menos y hoy es mero paso hacia destinos más vistosos como Pisa o Florencia, pero a nosotros nos sigue fascinando, todavía más caciucco mediante, una sopa de pescado y marisco en tomate que es el plato estrella de la cocina livornesa.

Quinta parada. Niza. La elección gastronómica aquí no se presta a titubeo alguno. En Niza hay que comer mejillones al vapor acompañados de patatas fritas, los moules-frites. Con unas vistas como éstas, todavía saben más ricos.

Quinta y última. Barcelona. Volvemos a Bitte. Inspirados y relajados. El estado perfecto para fraguar platos nuevos.