viernes, 27 de mayo de 2016

Descubriendo Polonia

Hoy en Bitte queremos compartir con vosotros una de nuestras escapadas, la cada vez más popular Polonia. Testimonio de guerras y conflictos en el corazón de Europa, que han dejado marca en su territorio y en sus gentes, Polonia resulta un destino ideal para empaparse de historia, disfrutar de su gastronomía, recorrer sus parques y paisajes y ver como un país puede renacer de sus cenizas y ofrecer lo mejor de sí mismo. Y todo, a precios más ajustados que en otros países centroeuropeos.



Los recorridos y visitas suelen incluir  las dos ciudades más importantes: la capital, Varsovia,  y Cracovia, antigua capital, al sur. Destaca también el pueblo de Gdansk, la mayor ciudad portuaria del país y salida al mar Báltico.

Varsovia


La ciudad más grande del país y capital desde que Segismundo III la trasladara desde Cracovia en el siglo XVI es un buen punto de partida, y donde seguramente encontraréis mejor conexión y vuelos más baratos.




Su centro histórico destaca por su grandeza: elegantes palacios, parques y calles. El casco viejo es pequeño y compacto, y todo un ejemplo de reconstrucción y conservación. Cabe resaltar que de esta zona solo quedó en pie el 15% después de ser arrasada por los nazis al final de la II Guerra Mundial. Esta ardua labor de reconstrucción ha devuelto todo su esplendor a sus calles, iglesias y palacios, y la llevó a ser declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.



Saliendo del casco antiguo (Stare Miasto en polaco) uno debe pasarse por el Palacio de la Cultura y la Ciencia, un colosal edificio de arquitectura soviética construido en la década de los 50 y "regalo" de la URSS de Stalin a Polonia. Aunque tiene cierto encanto y un mirador en su último piso (el 30) que ofrece bonitas vistas de la ciudad, a los polacos no les gusta nada, y suelen decir que las vistas desde arriba son las mejores de la ciudad porque el Palacio no está en ellas. En la zona alrededor han proliferado rascacielos de cristal de nueva construcción y modernas tiendas y restaurantes.



Vistas panorámicas desde el mirador del  Palacio de la Cultura y la Ciencia.


Palacio de la Cultura y la Ciencia



Muy cerca de allí, la parte al sur de Jerolimskie se aleja de la perfección y elegancia del casco antiguo. Marszalkowska nos transporta en el tiempo a la era comunista, con sus bastos edificios (bastante descuidados) y multitud de estatuas en honor al trabajo y a los obreros. Vamos encontrando, no obstante, cuidados y cosmopolitas cafés a medida que avanzamos hacia el sur. Más bohemio y alternativo es el barrio de Praga, al otro lado del río, una zona que no fue destruida durante la segunda guerra mundial pero cuyos edificios no han sido muy renovados. Debido a los precios bajos de sus alquileres y las posibilidades de los espacios (fábricas abandonadas) muchos artistas han establecido aquí su residencia y en el barrio han florecido bares y cafés alternativos, junto a espacios culturales en antiguas fábricas. También se puede encontrar arte callejero (grafitis, estatuas....) Un buen punto de partida es la calle Zabkowska.



Otro punto a destacar de Varsovia son sus bonitos y majestuosos parques. Cerca del centro merece la pena pasarse por los Jardines Sajones, inspirados en los de Versalles (sin ser comparables) y enfrente del monumento de la tumba al soldado desconocido. Pero el parque imprescindible de Varsovia es el parque Lazienki,  antiguo coto de caza convertido en un gigante y majestuoso parque, que contiene el Palacio sobre el agua, el palacio Belvedere y un anfiteatro sobre el agua. Si podéis disfrutar del buen tiempo, podréis recorrer sus verdes extensiones, dar de comer a las ardillas y ver contonearse a los pavos reales.



Cracovia



Cracovia también cuenta con un casco antiguo compacto y bien conservado declarado patrimonio de la humanidad por la Unesco. Al contrario de Varsovia, el centro histórico quedó relativamente intacto después de la 2ª Guerra Mundial. Fácil de recorrer a pie, el corazón es la plaza del mercado (Rynek Główny en polaco), cuyo origen data del siglo XIII y es considerada la plaza medieval más grande de Europa. Se halla flanqueada de antiguas casas históricas, y en el centro se alza el Sukiennice (o Lonja de los Paños), de estilo renacentista, y en cuyo interior encontraréis paradas y tiendas que venden productos polacos y souvenirs varios. También destaca en la plaza la basílica de Santa María, una bonita iglesia gótica de la que sobresalen dos torres desiguales. Cada hora podréis escuchar una melodía tradicional polaca (Hejnał mariacki) proveniente de la torre más alta, tradición que se mantiene para conmemorar la muerte de un trompetista que murió asesinado de un disparo de flecha a la garganta mientras alarmaba a la ciudad de una invasión en el siglo XIII.



Fuera del casco antiguo, una pequeña subida conduce al castillo y la catedral de Wawel. Situado en una colina, el castillo fue durante décadas la residencia de los reyes, y consta de varios edificios alrededor de un gran patio. Fue mandado construir en el siglo XIV por Casimiro III, y durante el mismo siglo fue reconstruido y se le fueron añadiendo más elementos, como la torre Danesa. Muy cerca del castillo encontramos la catedral, reconstruida en estilo gótico en el siglo XIV (después de ser destruida e incendiada por última vez en 1305). Posteriormente se le han ido añadiendo capillas funerarias. Merece la pena visitarla y recorrer sus capillas, se trata de uno de los edifcios religiosos más importantes de Polonia, ya que en ella se coronaban y enterraban los monarcas polacos. 

En el mismo recinto se puede acceder a la Cueva del dragón, donde, según cuenta la leyenda, vivía el dragón que atemorizaba a la ciudad hasta que un zapatero ideó la estrategia para deshacerse de él. El recorrido de la cueva acaba a orillas del río Vístula, donde una estatua del dragón despide al visitante. Conviene consultar horarios, ya que la cueva no está abierta todo el año.



Más allá del centro resulta interesante pasearse por Kazimierz, el barrio judío de la ciudad, que ha vuelto a resurgir después de ser aniquilado tras la invasión nazi de Polonia. Aparte de las sinagogas y algunos restaurantes kosher, resulta un barrio muy popular para ir a cenar o tomar unas copas, con mucho ambiente y opciones diversas. 
Para los interesados en la historia judía, cruzando el río se llega hasta Podgorze, corazón del gueto judío durante la 2ª Guerra Mundial. En la zona también quedan algunos restos del muro del gueto y puede visitarse la farmacia del Águila (ahora un pequeño museo), única farmacia del gueto y cuyo propietario ayudó y refugió a muchos judíos durante la guerra.  Junto a Podgorze se encuentra la fábrica Shindler, cuya historia popularizó Spielberg en su oscarizada película, y que en la actualidad alberga un museo.





Cracovia también resulta una buena base para excursiones de un día a otros lugares de interés, como son el bonito y pintoresco pueblo de Zakopane, las minas de sal de Wieliczka (también Patrimonio de la Humanidad) o el escalofriante campo de concentración de Auschwitz.





Gastronomía



En la gastronomía polaca destacan los ingredientes locales (patatas, verduras, coles, rábanos, zanahorias, remolacha) y platos contundentes para aguantar el frío, como sus típicas sopas. Tradicionalmente las comidas comienzan con una sopa, siendo el zurek, servida dentro de un bollo de pan, la más típica. Otro de los platos típicos polacos son los pierogi, unas empanadillas (ellos las definen indistintamente como raviolis o dumplings) rellenas de diferentes ingredientes, que pueden servirse hervidos o fritos. Otro de sus productos estrella es el vodka, del que además tienen muchos sabores y variedades, a nosotros nos encantó el de limón, conocido como cytrynówka. 


Dónde comer

La oferta de restaurantes y bares es amplia y de calidad. En las dos ciudades nos sorprendió encontrar cafeterías cosmopolitas de aires internacionales y bares muy cuidados en diversas zonas (no tan sólo en el centro). También es recomendable probar la sopa o los quesos típicos si tenéis la oportunidad de pillar algún mercado al aire libre (los suelen poner para Navidad, Pascua... como en muchas otras ciudades europeas). Otra interesante recomendación es comer en una antigua lechería comunista (bar mleczny), cantinas donde en la época comunista se podía comer platos sencillos hechos con los productos locales a precios populares. Aunque ya quedan pocas, su espíritu se ha actualizado a nuestra época. En Varsovia nos encantó Prasowny, al sur de Jerozolimskie (lejos del centro) con su interior retro. En las lecherías se pueden comer platos tradicionales polacos a un precio muy asequible, aunque no sirven alcohol ni bebidas de marca, ni siquiera agua sin gas, tan solo refrescos polacos o compost (una especie de zumo diluido en agua).



*Escrito por David R


No hay comentarios:

Publicar un comentario